Underground by Julian Assange

Underground by Julian Assange

autor:Julian Assange [Suelette Dreyfus, Julian Assange]
La lengua: spa
Format: epub
ISBN: 9788432291111
editor: Grupo Planeta
publicado: 2011-07-31T16:00:00+00:00


El 12 de mayo de 1993, dos meses después de la absolución de Wandii, Boris Kayser se puso de pie junto a la mesa de la abogacía para presentar el caso de Electron en el alegato y la vista a sentencia del hacker australiano. Cuando empezó a hablar, el Tribunal del Condado de Victoria enmudeció.

Kayser, un hombre alto y corpulento con un vozarrón y de gestos enfáticos, era un showman nato que sabía cómo comportarse ante los periodistas sentados entre el público de una sala de justicia y también ante el magistrado que tenía delante.

Electron ya se había puesto de pie en el banquillo y se había declarado culpable de catorce cargos, según lo acordado con la Fiscalía General del Estado. Muy en su línea, Kayser había interrumpido el largo procedimiento en virtud del cual la secretaria del tribunal leía cada uno de los cargos imputados y preguntaba a Electron si se declaraba culpable o inocente. Con un gesto de impaciencia, le pidió al magistrado que prescindiera de tales formalidades puesto que su cliente se declararía culpable de todos los cargos.

A pesar de la presión ejercida por los abogados de Electron, la Fiscalía General del Estado se había negado a recomendar una sentencia no privativa de libertad. El mejor trato que los abogados de Electron habían conseguido a cambio de que él se convirtiera en testigo privilegiado era que la Fiscalía no se pronunciara sobre el tema penitenciario. El magistrado decidiría sin la aportación de la Fiscalía.

Electron jugueteaba nerviosamente con el anillo de boda de su padre, que llevaba en la mano derecha. Tras la muerte de su padre, su hermana había comenzado a llevarse cosas de la casa familiar. A Electron no le importaba demasiado porque sólo había dos cosas que él quisiera realmente: aquel anillo y algunas de las pinturas de su padre.

Kayser llamó a un puñado de testigos que podrían contribuir a rebajar la sentencia. La abuela de Electron, de Queensland. El amigo de la familia que había conducido a Electron al hospital el día que su padre murió. El psiquiatra de Electron, el eminente Walton Lester. Lester fue quien se encargó de subrayar la diferencia entre los dos caminos posibles para avanzar: la cárcel, que sin duda traumatizaría a un joven mentalmente inestable, o la libertad, que ofrecía a Electron una buena oportunidad de llevar por fin una vida normal.

Cuando Kayser empezó resumiendo el caso para obtener una sentencia no privativa de libertad, Electron oía cómo el montón de periodistas que tenía al lado garabateaban notas frenéticamente. Él quería mirar, pero temía que al mover la cabeza el magistrado pudiera ver su cola de caballo, cuidadosamente escondida en su camisa blanca bien planchada.

—Su señoría. —Mientras calentaba motores, Kayser miró ligeramente hacia atrás, hacia los periodistas del tribunal—. Mi cliente vivía en un mundo artificial de impulsos electrónicos.

Kayser argumentó que Electron era adicto al ordenador igual que un alcohólico era adicto a la botella. Su cliente, afirmó Kayser con vehemencia, nunca había tratado de dañar ningún sistema, robar dinero u obtener beneficios.



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